jueves, 14 de julio de 2022

Llevo una Diana


Buenas tardes.

Llevo una diana. Una diana por escribir lo que opino. Una diana por decir verdades. Una diana por dejar, en algunos casos, al descubierto, mentiras. Una diana porque publico lo que otros piensan o comentan en privado pero no se atreven decir en público.
Soy directa, voy al grano. No me gusta andar con rodeos. Será mi herencia de genes neerlandeses. De vez en cuando me gusta bromear sobre alguna situación. Eso, a algunos/as con "piel fina" tampoco les gusta mucho.
Naturalmente cuento con criticas y personas que no concuerdan conmigo. Faltaría más. Pero cuando esto ya se convierte en una forma de "asalto" y/o amenazas disfrazados, me preocupa. Si fuese por mí únicamente, no sería tan grave. Pero cuando esto se extiende a amenazas hacia terceras personas que me importan, se pasan de la raya.
Normalmente se trata de "individuos" cuyo perfil es inidentificable, detrás del cual se esconden. Seguidor(es) de VOX pero también desde otros círculos (supongo de derechas) de la ciudad y su gobierno. Hasta aqui he llegado. Más en mi blog, cuando se trata de cosas personales mías.
Un saludo.


martes, 27 de agosto de 2019

El Marqués y su consorte en la Plaza Mayor



Me acerco al vehículo de altísima gama y de enorme cilindrada. A través de la ventanilla cerrada le hago señales a su conductor para que baje el cristal. Al principio me ignora y sigue hablando con su señora consorte. Ambos de porte regio y distante. Ella impoluta y emperifollada, peinadísima a la perfección, seguramente resultado de una fijación a prueba de huracanes.
Yo no me voy, sigo insistiendo y finalmente se digna en bajar la ventanilla con un gesto más que molesto. Intento mantener la calma y le pregunto si es discapacitado a lo que él me contesta irritado que está hablando por teléfono.
Intento mantener la calma.
La consorte me escanea con sus ojos gélidos para averiguar mi procedencia. Me imagino una lista de fast-check acerca de mí en su interior… Supongo que el resultado no es muy halagüeño y desde luego no pertenezco a su clase de semejantes.
Intento mantener la calma, pero ya empieza a ser difícil.
Le explico al “señor” que no puede aparcar porque está reservado para discapacitados (popularmente: minusválidos). O sea, gente como yo. Siguen mirándome como si procediera de otro planeta y él me pregunta si yo necesitaba aparcar allí…
Apoyada en mis dos muletas ya no estoy tan calmada.
Finalmente salen con gesto de indignación del aparcamiento y creo que aún no entienden por qué no podían hacer su llamada telefónica tranquilamente sin que esa individua les molestara con sus tonterías. ¿Podría haberse esperado un poco, no?

jueves, 30 de mayo de 2019

Dependencia, Discapacidad, Invalidez, Minusvalía y otras expresiones a aceptar en mi vida

Y poco a poco con el paso de las semanas, de los meses, de los años tengo que empezar a asimilar ciertas realidades que no tienen vuelta atrás.
Hace unos 17 años me diagnosticaron una poliartrosis y me tuvieron que reemplazar ambas rodillas y caderas por unas prótesis. Aquello me alivió y me ayudó muchísimo y me permitió hacer una vida bastante aceptable. Luego se me metieron dos cánceres por en medio y unos episodios muy agudos de mi depresión mayor recurrente y eso, claro está, me ha mermado mi calidad de vida en estos últimos años. 
Aún así, la idea de la discapacidad, invalidez o minusvalía se me hacía difícil asimilar. Yo he sido siempre una persona capaz, válida e independiente.
Y supongo que las pocas personas de mi entorno, mis pocos amigos, mis hijos tampoco podían o pueden imaginarse que ya no soy la Rose que se las arreglaba y que no necesitaba apenas ayuda.
Sin embargo ahora he llegado a una situación que mi cuerpo está cada vez más invadido por la artrosis. Espalda, brazos, hombros están doloridos continuamente. Me cuesta andar. Vestirme, ducharme o cualquier tarea cotidiana me supone sufrir mucho dolor y agotamiento. 
Estoy tomando todo tipo de medicación. Me han recetado opiáceos que, supongo, deben hacer algo pero aún así no estoy sin dolor ni un segundo del día ni de la noche. 
Y, claro, siempre viene aquella persona que te aconseja - por tu bien. Deberías perder peso, deberías moverte más, deberías probar ese u otro remedio natural, deberías hacer natación, deberías....... Lo dicen seguramente con muy buena intención pero sin darse cuenta de mi situación real.
Y luego la soledad. Porque esos consejos te lo dan y luego se van y me dejan sola ante el peligro. Durante días, semanas. Si necesitas algo, ya me llamarás. Tengo que reconocer que me cuesta pedir ayuda. Pero si lo hago, normalmente la parte que se había ofrecido está ocupada y ya verá cuando puede acudir, ya me avisará, ya me hará un hueco dentro de X tiempo... Así que he incluso contratado un "manitas" para arreglar el tejado del porche de mi patio para no tener que pedirselo a nadie. Este chico vino, en unas cuantas horas casi terminó la faena y cuando le quedó un trocito por cubrir tuvo que marcharse. Iba a volver la semana siguiente para terminarlo. De esto hace más de un mes. Es que... ni pagando (que no ha cobrado todavía)!
Ayer, por fin, tuve una entrevista con la trabajadora social para ver qué soluciones podría haber para mi en el servicio de ayuda a domicilio. Se quedó atónita que a lo largo de estos años nadie de la administración había sugerido ni siquiera que se me hiciera un trámite para solicitar una ayuda por dependencia. En 2013 me declararon una discapacidad del 66%. Y seguramente ahora el porcentaje sería más alto porque mientras he pasado por otro cáncer, depresión, y la artrosis ha empeorado mucho. 
Y ahora, oficialmente, tengo que asimilar al término DEPENDIENTE. Porque en muchos aspectos lo soy. Y espero que mi entorno lo comprenda también y me ayude.
Eso si y menos mal, la depresión la tengo bajo control y mi cabeza y mi cerebro funcionan de manera independientes, válidos y libres.

miércoles, 20 de febrero de 2019

La abuela


Hace un rato, cuando iba camino a la cocina a por mi segundo café, han llamado a la puerta. Realmente no tenía ni idea quien podía ser a esas horas.
Al abrir me encuentro una abuelita pequeña y arrugada con un brik de leche y un paquete de galletas bajo el brazo. Está aseada pero vestida de manera muy humilde. Me cuenta que viene a pedir, comida pero - y no me quiere engañar - sobre todo dinero porque tiene un nieto recién nacido y no tienen dinero para comprarle leche. Al principio dudo, le ofrezco algún alimento pero lo de la leche para el bébé parece serle mucho más importante. Noto su angustia y también que está apurada y avergonzada. Le pregunto si ha ido ya a Caritas y me dice que si y que a finales de mes puede ir otra vez, pero mientras tanto... Finalmente le doy 5 Euros y dándome sus bendiciones y agradecimientos, la mujer se marcha.
Luego me pongo a reflexionar.
Hace poco, mi hija me contó que la asociación de mujeres del pueblo donde vive estaban haciendo una colecta para hacerle una compra grande de víveres y artículos de primera necesidad a una señora, vecina, muy mayor que se hace cargo de sus nietos y que lo está pasando muy mal. Y, seguro que hay bastantes personas que están en apuros, que no llegan a fin de mes y se tienen que apañar como pueden. Los tenemos cerca, estan viviendo entre nosotros. Muchas veces no nos enteramos porque les da vergüenza su condición. Existen organizaciones que ayudan, pero tampoco llegan a todo e incluso el acudir a Caritas, por ejemplo, a según qué personas les resulta vergonzoso. No quieren ser señalados. Qué tristeza. Y muchas veces, casi diría la mayoría de las veces, la sociedad mira hacia otro lado.
Y cuando una persona en una situación límite como ésta acude a pedir, lo primero que se suele hacer es “pensar mal”. ¿En qué se lo gastará realmente? Seguro que lo del bébé es un cuento… Lo “invertirá” en vicio… Que se ponga a trabajar… etc.etc.
Hubo un tiempo en mi vida que pasé por una situación así. No saber de donde sacar o encontrar dinero para las necesidades más básicas del día siguiente. Tener que mover cielo y tierra para subsistir. De alguna manera tuve la suerte de tirar hacia delante. Pero tampoco estaba muy lejos de tener que pedir. De hecho emigré durante un tiempo a trabajar a Suiza para poder hacer frente a los gastos diarios y básicos de mi familia. Tuve esa gran suerte.
Ahora echo un sorbo a mi café en mi piso acogedor calentito, no me falta de nada y hasta me puedo permitir de vez en cuando algún caprichito. ¡Qué afortunada soy!
Entonces pienso en esas personas que no tienen ni para un café, que tienen la calefacción apagada porque las facturas del gas son abusivas, se conforman con comer lo más barato, que tienen que dar la vuelta a cada céntimo. Y en la abuela con su historia de la leche para su nieto. ¿Quién soy yo para ponerlo en duda? ¿Y si se lo gasta en otra cosa? Me da igual, la verdad. La cuestión es que nadie va voluntariamente a esa edad de puerta en puerta pidiendo para sobrevivir unos días más. Igual algún día me toca a mi… ¿y entonces?
P.D. Que se dejen los políticos de echar mierda, odio y mentiras a discreción y se ocupen de lo que de verdad importa.


lunes, 28 de mayo de 2018

Soy española, también…

Estos últimos tiempos se ha vuelto muy popular (valga la redundancia) eso de enfatizar las nacionalidades, banderas, idiomas etc. Esto de haber nacido en algún lugar y tener la necesidad de manifestarse, declararse ser procedente de un país, región etc. en concreto parece justificar muchas veces la intolerancia y la estrechez de miras. Que haya partidos, grupos que saquen provecho de este hecho y que venden humo bajo lemas y símbolos de tinte nacionalistas es algo que no es nuevo. Y, según lo que se ha vivido y sufrido en el pasado, no suele traer nada bueno. Me siento bicho raro por no sentir ese latir enfervorecido cuando se hiza una bandera o suena un himno. Y eso que soy y me siento española, también.
Desde pequeña me movía en un entorno de mezclas de culturas, idiomas, nacionalidades y creo que me ha hecho mucho bien. Nací en un pueblo cerca de Zürich – Suiza de padre suizo y de madre holandesa. Ahí ya empieza la “complicación” de mi sentir “patriotico”. Me educaron en el país helvético y en casa se respiraba siempre un ambiente holandés. Tuve la gran suerte de aprender tres de los cuatro idiomas co-oficiales del país, además de inglés en la escuela. Eso me dotaría con la facilidad de poder moverme por todas las regiones lingüisticas de mi país y por el extranjero. Aparte, claro está, mi idioma “íntimo” con mi madre siempre fue el holandés. Además, en mis vacaciones pasaba mucho tiempo en casa de mi abuelo en Groninga, al norte de Holanda. Ya desde pequeña se me enseñó aquello de “Donde fueres, haz lo que vieres”, en lo que se refiere a los idiomas, costumbres y maneras de vivir. Nunca se me habría ocurrido menospreciar a otras personas, idiomas, costumbres que no fueran de mis orígines. Al revés. Lo consideraba (y sigo considerandolo) un enriquecimiento, un valor añadido poder aprender y saber de los que no son iguales que yo.
Mi sangre es una mezcla de culturas, nacionalidades, orígenes. Para más inri, padre suizo – madre holandesa, mi abuela por parte paterna procedía de los Sudetes (hoy Rep. Checa) que fue anexionada por el Tercer Reich en 1938 a Alemania y su familia huyó en aquel entonces a Hamburgo. Así que también hay partes checas y alemanas en mis genes. Hace 43 años me casé con un español, un montisonense, y con ello me convertí en española. Añadí otro idioma, el castellano a mi colección y me adapté a la vida de este país. Algunas veces con más suerte y en otras con más dificultad. Pero me había comprometido con mi nueva vida y eso significaba tolerancia, adaptación y aprender a amar la manera de vivir de este país. Eso – claro está – sin renunciar a mi maravillosa mezcla de genes, sangres y raíces que traía conmigo y de la cual me sentía y me siento orgullosa. Ahora había añadido la españolidad a mi “cocktail”. Mi hija nació en Barcelona (Cataluña), mi hijo en Zürich (Suiza). Casualidades del destino, nada más. Podrían haber nacido en Tombuctú o en la Conchinchina. Creo que eso no les define de ningún modo.
Eso sí, me tocó “emigrar” a Cataluña en busca de trabajo y viví allí durante unos años. Y seguí con la tónica del “Donde fueres….”. Me pareció de lo más normal añadir unos pocos conocimientos de catalán (y las costumbres del lugar) a mi repertorio. No tuve oportunidad de hablarlo mucho pero lo entiendo muy bien. Veía programas de TV3 y así amplié mis conocimientos: Malalts de tele, Buenafuente, Plats bruts… y sigo viendo la televisión catalana cuando hay algo que me interesa. Creo que todo este enaltecimiento de nacionalides, patrias, idiomas, culturas es un gran retroceso y una pérdida enorme de calidad de vida, cultura, tolerancia y amplitud de visiones. Nos hacemos un flaco favor encasillandonos, limitandonos a “lo de siempre”, a lo “conocido”, a la “tradición” que nos predican para mantenernos a raya, en el redíl. Les conviene que no miremos más allá de la punta de nuestra nariz, ni más allá de nuestras fronteras porque, igual, más de uno descubriría que el mundo no termina en los Pirineos y que – cuanto más añadimos a nuestro “cocktail” más libres seríamos. Simplemente podríamos ser humanos.

jueves, 5 de octubre de 2017

Paz y amor


Desde hace días y conforme pasan, cada vez más, me despierto y pienso que he tenido un mal sueño. ¡Ojalá! Me levanto triste, nerviosa, amargada, preocupada, asustada y también enfadada – muy enfadada. Noto que me estoy viniendo abajo, que estoy rodeada. Rodeada de odio, ira, prejuicios, manipulación, maldad, mentiras, engaños, malestar, crispación… la lista es muy larga. Y así se me van los días, perdiendo momentos de mi VIDA que no podré volver a recuperar.

Sufro. La vida me ha atestado ya muchos golpes en estos últimos 63 años. Golpes y también palizas. He vivido directamente muchos acontecimientos históricos europeos y mundiales en todos esos años. Supongo que me han dejado alguna lección y un poco de sabiduría y experiencia. ¿Será por eso que sufro? Sufro porque veo que la historia se repite. Porque veo ese fanatismo, chauvinismo, “patriotismo”, ese uso de la fuerza para acallar cualquier cosa que no esté conforme a según qué reglas interpretadas de manera arbitraria por los que se llenan la boca con la palabra “democracia”, esos oídos que oyen pero no escuchan, esa manera de hablar sin querer dialogar, esa fe ciega en los líderes que distan mucho de ser fiables. Sufro porque me siento ninguneada y anulada como ciudadana y persona. Es una impotencia total. Pero mi VIDA sigue y todos esos ratos que estoy sufriendo me hacen perder vivencias valiosas y buenas.

Me duele ver a personas que aprecio y quiero rendirse ante tanta manipulación y que se dejan cegar por banderas, cánticos, soluciones bélicas. Ayer, por primera vez hace muchos días se me ocurrió ver el telediario y tuve que cambiar de canal al poco rato. Noticias sesgadas, tendenciosas que reflejan una de tantas versiones de lo que está ocurriendo.  Como dijo Orwell en 1943 y sigue vigente:   
“... pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. Vi informar sobre grandiosas batallas cuando apenas se había producido una refriega y silencio absoluto donde habían caído cientos de hombres. Vi que se calificaba de cobardes y traidores a soldados que habían combatido con valentía, mientras que a otros que no habían visto disparar un fusil en su vida se los tenía por héroes de victorias inexistentes...” .  

En las redes sociales circulan todo tipo de medio verdades, bulos y apenas nadie las cuestiona ni tampoco se molesta en ir un poco más allá e investigar si las cosas realmente son así o si se trata de otro intento más de manipular, engañar y fomentar el desconocimiento y con ello el fanatismo, la incomprensión y la división entre todos nosotros. Y es justamente eso lo que quieren “los de arriba”. Mientras ellos manejan los hilos a su favor, para conservar sus privilegios, para tapar sus tufos, para mantener su careta “democrática”. Pero en ningún momento a favor de nosotros, del pueblo. Con sus problemas diarios, su situación muchas veces precaria, su sufrimiento cotidiano.

Estoy escandalizada por el tipo de “democracia” que se está vendiendo al pueblo. Una democracia que no es la mía. Me crié en una democracia semi-directa y en el federalismo y sus usos y costumbres y no concibo esa especie de democracia dictatorial e impositiva que se han sacado de la manga los que se llenan la boca con ella. El no tener ni voz ni voto en los acontecimientos, el ver que los mandatarios actúan a su libre albedrío, pasando por encima incluso del congreso donde deberían estar los que nos representan, me frustra y escandaliza enormemente.

Oigo los gritos unísonos. Esos “viva”, esos “arriba”, esos “a por ellos, eo eo”, esos “abajo con…”, esos “fuera” y veo esos gestos, esos brazos alzados con el saludo nazi mientras se canta el “Cara al sol” y me invade un hondo pánico. Me acuerdo de lo que me contó mi madre de su juventud en la Holanda ocupada, me acuerdo de lo que me contaron de los tiempos del dictador Franco y me estremece. Llegué a España en el año 1972 por primera vez y viví parte de ello. No muy consciente entonces ya que mi visión era de una joven enamorada y todo lo demás me daba bastante igual. Pero sí me acuerdo de esa sensación de vida gris, controlada, muy limitada, restringida y temerosa… Mis años en Barcelona durante la transición (a partir de 1975) me hacían sentir estar en una película de miedo y acción. Parece que todo vuelve, y nadie quiere ver lo que todo eso representa y que ha hecho sufrir a millones de seres humanos.

Me he vuelto cada vez más intolerante ante la mentira, la manipulación, los embustes y – como no – la violencia en cualquiera de sus formas. Como intento no ser así no puedo concebir que lo hagan conmigo. Soy pacífica, creo en lo bueno del ser humano e intento aplicar ética y autenticidad en mi vida. En todas las situaciones y con todas las personas, independientemente de sus credos o su tendencia ideológica. Pero he tenido que aprender que no todo el mundo piensa así. Y cuando siento que me manipulan, mienten o se muestran intolerantes me alejo. Veo que el dialogo, una visión abierta y receptiva no es posible en muchos casos. La ley del más fuerte y del más agresivo prevalece.

Lo único que me queda en estos momentos es seguir mi línea, mis convicciones y recuperar cosas de mi juventud. Aquello de paz y amor, no a la guerra, flores contra fusiles. Aplicarlo, si puedo, a mi vida diaria, a mi relación con esas personas que me rodean, que aprecio y amo. Contrarrestar todo ese odio, esa ira y esa sinrazón con serenidad y calma. Alejarme de todo lo que me pueda dañar, situaciones y personas. Y hacer caso a unos de mis lemas más importantes en mi vida:
Serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
Fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y Sabiduría para entender la diferencia.

Y mientras pasa la VIDA, mi y nuestra VIDA. No dejemos que nos la vivan. Solamente tenemos ésta y el mañana es una incógnita. Creo que hemos nacido para ser felices, amados, benévolos y no para sufrir, odiar y resentirse.


lunes, 31 de octubre de 2016

Voluntariado testimonial y paliativo...

Hoy he leído lo siguiente en la web del Diario del Altoaragón...

Los voluntarios son el motor de la asociación"


Más de 400 personas colaboran de distinta manera con la AECC y cobran especial peso las personas que ofrecen labor testimonial.

a Asociación Española contra el Cáncer (AECC) de Huesca surgió, como muchas otras, como una asociación de voluntarios y, aunque se han incorporado profesionales, incluso dentro de este colectivo, la labor de estas personas sigue siendo esencial para el desarrollo y el mantenimiento de los proyectos y servicios. Dentro de las labores que desarrollan, cobra especial importancia el "voluntariado testimonial", personas que han pasado la enfermedad o familares, los cuales realizan "apoyo de tú a tú", explica Aurora Calvo, presidenta de la junta de Huesca.


Y me ha surgido lo siguiente....
Hace 10 años me incorporé como voluntaria a la Asociación Española contra el Cáncer. Desde mi último cáncer (tuve otro en 2001...), operación y tratamientos en 2014/15 he ido rebajando mi actividad hasta dejar casí toda mi colaboración "cara al público" ya que quería dedicarme únicamente al voluntariado testimonial y paliativo. Sé que soy capacitada para ello y así me lo han manifestado tanto personas a las que ayudé en su momento como también profesionales en psicooncolgía.
Pero, aunque a nivel estatal y en las grandes ciudades funciona al parecer este tipo de voluntariado, aquí en Huesca no es así. Y, por mucho que se hace hincapié en la importancia del voluntariado testimonial y paliativo, parece que hay "inconvenientes" que no permiten que ése se implante realmente en el día a día del voluntariado que queremos ayudar directamente a pacientes de cáncer, sus familiares y allegados.
Mientras tanto, la labor del voluntariado en general es enorme y admirable - sí... Se recaudan sumas importantes para la investigación, la cual es imprescindible a la hora de ir avanzando en la lucha contra el cáncer. Un esfuerzo por parte de personas anónimas, entusiastas. Encomiable - sin duda! Y muchas veces falto del reconocimiento que se lo merecerían. Pero...
¿Y el factor "humano"? Ese que necesita de comprensión, calor, apoyo, esperanza, consuelo y ayuda directa a la persona enferma y los suyos?
Como voluntaria y afectada puedo solamente manifestar que ese apoyo es tan importante como el económico a la investigación.
La soledad, la desesperación, la confusión, la tristeza de la persona que lo sufre están ahí y si te encuentras en esa situación, sola y pasando por ese trance, un lazo rosa no es precisamente la solución ni te va animar que miles de personas - por un día - salgan a la calle a correr... porque tú estás arrastrándote como puedes después de otra sesión de químio. Necesitas otro tipo de solidaridad!
Tengo muchos pensamientos, mucho por escribir, mucho por manifestar y - creo - mucho por aportar. Pero me siento frustrada...
Os quiero!