jueves, 5 de octubre de 2017

Paz y amor


Desde hace días y conforme pasan, cada vez más, me despierto y pienso que he tenido un mal sueño. ¡Ojalá! Me levanto triste, nerviosa, amargada, preocupada, asustada y también enfadada – muy enfadada. Noto que me estoy viniendo abajo, que estoy rodeada. Rodeada de odio, ira, prejuicios, manipulación, maldad, mentiras, engaños, malestar, crispación… la lista es muy larga. Y así se me van los días, perdiendo momentos de mi VIDA que no podré volver a recuperar.

Sufro. La vida me ha atestado ya muchos golpes en estos últimos 63 años. Golpes y también palizas. He vivido directamente muchos acontecimientos históricos europeos y mundiales en todos esos años. Supongo que me han dejado alguna lección y un poco de sabiduría y experiencia. ¿Será por eso que sufro? Sufro porque veo que la historia se repite. Porque veo ese fanatismo, chauvinismo, “patriotismo”, ese uso de la fuerza para acallar cualquier cosa que no esté conforme a según qué reglas interpretadas de manera arbitraria por los que se llenan la boca con la palabra “democracia”, esos oídos que oyen pero no escuchan, esa manera de hablar sin querer dialogar, esa fe ciega en los líderes que distan mucho de ser fiables. Sufro porque me siento ninguneada y anulada como ciudadana y persona. Es una impotencia total. Pero mi VIDA sigue y todos esos ratos que estoy sufriendo me hacen perder vivencias valiosas y buenas.

Me duele ver a personas que aprecio y quiero rendirse ante tanta manipulación y que se dejan cegar por banderas, cánticos, soluciones bélicas. Ayer, por primera vez hace muchos días se me ocurrió ver el telediario y tuve que cambiar de canal al poco rato. Noticias sesgadas, tendenciosas que reflejan una de tantas versiones de lo que está ocurriendo.  Como dijo Orwell en 1943 y sigue vigente:   
“... pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. Vi informar sobre grandiosas batallas cuando apenas se había producido una refriega y silencio absoluto donde habían caído cientos de hombres. Vi que se calificaba de cobardes y traidores a soldados que habían combatido con valentía, mientras que a otros que no habían visto disparar un fusil en su vida se los tenía por héroes de victorias inexistentes...” .  

En las redes sociales circulan todo tipo de medio verdades, bulos y apenas nadie las cuestiona ni tampoco se molesta en ir un poco más allá e investigar si las cosas realmente son así o si se trata de otro intento más de manipular, engañar y fomentar el desconocimiento y con ello el fanatismo, la incomprensión y la división entre todos nosotros. Y es justamente eso lo que quieren “los de arriba”. Mientras ellos manejan los hilos a su favor, para conservar sus privilegios, para tapar sus tufos, para mantener su careta “democrática”. Pero en ningún momento a favor de nosotros, del pueblo. Con sus problemas diarios, su situación muchas veces precaria, su sufrimiento cotidiano.

Estoy escandalizada por el tipo de “democracia” que se está vendiendo al pueblo. Una democracia que no es la mía. Me crié en una democracia semi-directa y en el federalismo y sus usos y costumbres y no concibo esa especie de democracia dictatorial e impositiva que se han sacado de la manga los que se llenan la boca con ella. El no tener ni voz ni voto en los acontecimientos, el ver que los mandatarios actúan a su libre albedrío, pasando por encima incluso del congreso donde deberían estar los que nos representan, me frustra y escandaliza enormemente.

Oigo los gritos unísonos. Esos “viva”, esos “arriba”, esos “a por ellos, eo eo”, esos “abajo con…”, esos “fuera” y veo esos gestos, esos brazos alzados con el saludo nazi mientras se canta el “Cara al sol” y me invade un hondo pánico. Me acuerdo de lo que me contó mi madre de su juventud en la Holanda ocupada, me acuerdo de lo que me contaron de los tiempos del dictador Franco y me estremece. Llegué a España en el año 1972 por primera vez y viví parte de ello. No muy consciente entonces ya que mi visión era de una joven enamorada y todo lo demás me daba bastante igual. Pero sí me acuerdo de esa sensación de vida gris, controlada, muy limitada, restringida y temerosa… Mis años en Barcelona durante la transición (a partir de 1975) me hacían sentir estar en una película de miedo y acción. Parece que todo vuelve, y nadie quiere ver lo que todo eso representa y que ha hecho sufrir a millones de seres humanos.

Me he vuelto cada vez más intolerante ante la mentira, la manipulación, los embustes y – como no – la violencia en cualquiera de sus formas. Como intento no ser así no puedo concebir que lo hagan conmigo. Soy pacífica, creo en lo bueno del ser humano e intento aplicar ética y autenticidad en mi vida. En todas las situaciones y con todas las personas, independientemente de sus credos o su tendencia ideológica. Pero he tenido que aprender que no todo el mundo piensa así. Y cuando siento que me manipulan, mienten o se muestran intolerantes me alejo. Veo que el dialogo, una visión abierta y receptiva no es posible en muchos casos. La ley del más fuerte y del más agresivo prevalece.

Lo único que me queda en estos momentos es seguir mi línea, mis convicciones y recuperar cosas de mi juventud. Aquello de paz y amor, no a la guerra, flores contra fusiles. Aplicarlo, si puedo, a mi vida diaria, a mi relación con esas personas que me rodean, que aprecio y amo. Contrarrestar todo ese odio, esa ira y esa sinrazón con serenidad y calma. Alejarme de todo lo que me pueda dañar, situaciones y personas. Y hacer caso a unos de mis lemas más importantes en mi vida:
Serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
Fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y Sabiduría para entender la diferencia.

Y mientras pasa la VIDA, mi y nuestra VIDA. No dejemos que nos la vivan. Solamente tenemos ésta y el mañana es una incógnita. Creo que hemos nacido para ser felices, amados, benévolos y no para sufrir, odiar y resentirse.