lunes, 28 de mayo de 2018

Soy española, también…

Estos últimos tiempos se ha vuelto muy popular (valga la redundancia) eso de enfatizar las nacionalidades, banderas, idiomas etc. Esto de haber nacido en algún lugar y tener la necesidad de manifestarse, declararse ser procedente de un país, región etc. en concreto parece justificar muchas veces la intolerancia y la estrechez de miras. Que haya partidos, grupos que saquen provecho de este hecho y que venden humo bajo lemas y símbolos de tinte nacionalistas es algo que no es nuevo. Y, según lo que se ha vivido y sufrido en el pasado, no suele traer nada bueno. Me siento bicho raro por no sentir ese latir enfervorecido cuando se hiza una bandera o suena un himno. Y eso que soy y me siento española, también.
Desde pequeña me movía en un entorno de mezclas de culturas, idiomas, nacionalidades y creo que me ha hecho mucho bien. Nací en un pueblo cerca de Zürich – Suiza de padre suizo y de madre holandesa. Ahí ya empieza la “complicación” de mi sentir “patriotico”. Me educaron en el país helvético y en casa se respiraba siempre un ambiente holandés. Tuve la gran suerte de aprender tres de los cuatro idiomas co-oficiales del país, además de inglés en la escuela. Eso me dotaría con la facilidad de poder moverme por todas las regiones lingüisticas de mi país y por el extranjero. Aparte, claro está, mi idioma “íntimo” con mi madre siempre fue el holandés. Además, en mis vacaciones pasaba mucho tiempo en casa de mi abuelo en Groninga, al norte de Holanda. Ya desde pequeña se me enseñó aquello de “Donde fueres, haz lo que vieres”, en lo que se refiere a los idiomas, costumbres y maneras de vivir. Nunca se me habría ocurrido menospreciar a otras personas, idiomas, costumbres que no fueran de mis orígines. Al revés. Lo consideraba (y sigo considerandolo) un enriquecimiento, un valor añadido poder aprender y saber de los que no son iguales que yo.
Mi sangre es una mezcla de culturas, nacionalidades, orígenes. Para más inri, padre suizo – madre holandesa, mi abuela por parte paterna procedía de los Sudetes (hoy Rep. Checa) que fue anexionada por el Tercer Reich en 1938 a Alemania y su familia huyó en aquel entonces a Hamburgo. Así que también hay partes checas y alemanas en mis genes. Hace 43 años me casé con un español, un montisonense, y con ello me convertí en española. Añadí otro idioma, el castellano a mi colección y me adapté a la vida de este país. Algunas veces con más suerte y en otras con más dificultad. Pero me había comprometido con mi nueva vida y eso significaba tolerancia, adaptación y aprender a amar la manera de vivir de este país. Eso – claro está – sin renunciar a mi maravillosa mezcla de genes, sangres y raíces que traía conmigo y de la cual me sentía y me siento orgullosa. Ahora había añadido la españolidad a mi “cocktail”. Mi hija nació en Barcelona (Cataluña), mi hijo en Zürich (Suiza). Casualidades del destino, nada más. Podrían haber nacido en Tombuctú o en la Conchinchina. Creo que eso no les define de ningún modo.
Eso sí, me tocó “emigrar” a Cataluña en busca de trabajo y viví allí durante unos años. Y seguí con la tónica del “Donde fueres….”. Me pareció de lo más normal añadir unos pocos conocimientos de catalán (y las costumbres del lugar) a mi repertorio. No tuve oportunidad de hablarlo mucho pero lo entiendo muy bien. Veía programas de TV3 y así amplié mis conocimientos: Malalts de tele, Buenafuente, Plats bruts… y sigo viendo la televisión catalana cuando hay algo que me interesa. Creo que todo este enaltecimiento de nacionalides, patrias, idiomas, culturas es un gran retroceso y una pérdida enorme de calidad de vida, cultura, tolerancia y amplitud de visiones. Nos hacemos un flaco favor encasillandonos, limitandonos a “lo de siempre”, a lo “conocido”, a la “tradición” que nos predican para mantenernos a raya, en el redíl. Les conviene que no miremos más allá de la punta de nuestra nariz, ni más allá de nuestras fronteras porque, igual, más de uno descubriría que el mundo no termina en los Pirineos y que – cuanto más añadimos a nuestro “cocktail” más libres seríamos. Simplemente podríamos ser humanos.