martes, 27 de agosto de 2019

El Marqués y su consorte en la Plaza Mayor



Me acerco al vehículo de altísima gama y de enorme cilindrada. A través de la ventanilla cerrada le hago señales a su conductor para que baje el cristal. Al principio me ignora y sigue hablando con su señora consorte. Ambos de porte regio y distante. Ella impoluta y emperifollada, peinadísima a la perfección, seguramente resultado de una fijación a prueba de huracanes.
Yo no me voy, sigo insistiendo y finalmente se digna en bajar la ventanilla con un gesto más que molesto. Intento mantener la calma y le pregunto si es discapacitado a lo que él me contesta irritado que está hablando por teléfono.
Intento mantener la calma.
La consorte me escanea con sus ojos gélidos para averiguar mi procedencia. Me imagino una lista de fast-check acerca de mí en su interior… Supongo que el resultado no es muy halagüeño y desde luego no pertenezco a su clase de semejantes.
Intento mantener la calma, pero ya empieza a ser difícil.
Le explico al “señor” que no puede aparcar porque está reservado para discapacitados (popularmente: minusválidos). O sea, gente como yo. Siguen mirándome como si procediera de otro planeta y él me pregunta si yo necesitaba aparcar allí…
Apoyada en mis dos muletas ya no estoy tan calmada.
Finalmente salen con gesto de indignación del aparcamiento y creo que aún no entienden por qué no podían hacer su llamada telefónica tranquilamente sin que esa individua les molestara con sus tonterías. ¿Podría haberse esperado un poco, no?

3 comentarios:

  1. la indignidad y prepotencia del ser humano,que asco¡¡

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  2. Nou ja zeg!! Je zou ze toch zo een deuk in hun auto slaan 🙈😱 wat een aso's! Sterkte met dit soort medeburgers!

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  3. Con gentuza así me acuerdo de Michael Douglas en "Un día de furia".
    En fin, siempre quedará tu buena educación por encima de todo Rose.

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